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El Ejército y Fuerza Aérea de la 4T

¿Regresar a los cuarteles? | Jorge Alejandro Medellín

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Escrito en OPINIÓN el

Contra viento y marea –sin incluir a la Marina-Armada de México, relegada a un segundo plano– los cambios en la estructura de las fuerzas armadas de tierra y aire de México avanzan sin que nada ni nadie los pueda frenar o al menos reorientar o corregir.

De las acusaciones y menosprecio hacia el Ejército y la Fuerza Aérea, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha transitado en poco más de dos años a una actitud pragmática e inimaginada, que nadie en su sano juicio pudo prever: la reivindicación, el empoderamiento y la restructuración de la Secretaría de la Defensa Nacional (SEDENA) a medio camino de su sexenio, para acompañar un mandato de transformaciones históricas y con consecuencias imprevisibles.

El documento Reorganización de la SEDENA, filtrado a cuentagotas a reporteros, columnistas y especialistas en temas de seguridad hace unos días, revela en sus 55 páginas a todo color varias cosas inquietantes, comenzando por el hecho de que se trata de un texto preparado por la SEDENA y que ésta ya le mostró al presidente y comandante supremo de las fuerzas armadas, quien, todo indica, lo estudio y avaló desde mayo de este año.

Entre los cambios históricos planteados en el documento destacan la creación de un Estado Mayor Conjunto, de una Comandancia del Ejército y Fuerza Aérea, así como la restructuración administrativa y operativa de las principales armas y servicios de la SEDENA, con el tema de la incorporación de la Guardia Nacional a la secretaría como una tercera fuerza armada que desde octubre de 2020 es controlada por los mandos estratégicos de Lomas de Sotelo y no necesariamente por el general Luis Rodríguez Bucio.

Lo verdaderamente inquietante es que esta agenda de cambios y readecuaciones –la doctrina militar, las relaciones con los mandos e instancias militares de los Estados Unidos y las relaciones con otras fuerzas armadas del continente americano también están siendo replanteadas– surgen desde la propia SEDENA, no formaban parte de la lista de transformaciones ideadas sobre la marcha por el presidente López Obrador, quien impulsa la llegada de la Guardia Nacional a la estructura militar, pero no esperaba que este movimiento desatara cambios del nivel que plantea la Secretaría.

Es decir, que estos movimientos serán en realidad una carambola de varias bandas en favor de los militares, ya que al insertar a la Guardia Nacional en la SEDENA y convertirla en una tercera fuerza armada, se librarán de inmediato de las controversias y acciones de inconstitucionalidad interpuestas por grupos de la sociedad civil y gobiernos municipales para atacar el llamado acuerdo militarista con el que se deja de lado a los cuerpos policíacos y se ha privilegiado la respuesta castrense contra la delincuencia en todas sus formas.

Con la Guardia Nacional en la SEDENA, las acciones y recursos de inconstitucionalidad dejarán de tener razón de ser ya que la GN no será más un cuerpo policial de carácter civil. Será otra cosa, será un ente de corte militar o híbrido, en el mejor de los casos, que podrá coadyuvar en el combate a la inseguridad una vez que sea eliminado el artículo quinto transitorio de la Ley de la Guardia Nacional que limita la permanencia de las fuerzas armadas en las calles del país hasta el 2024.

Hacia allá van los esfuerzos y el objetivo de López Obrador y de la SEDENA del general Luis Cresencio Sandoval en los próximos meses o semanas, hacia un intenso cabildeo basado, paradójicamente, en las cifras de violencia incontenible que sólo podrán ser atacadas por la milicia de la Guardia Nacional respaldada en todo momento por las tropas, la estructura y los recursos de la Defensa Nacional.

¿Regresar a los cuarteles? Ni de broma.